El nuevo orden global: entre tensiones geopolíticas y el ocaso del libre mercado

Antonio Macchioli

5/23/20253 min read

La globalización tal como la conocimos durante las últimas décadas parece estar entrando en una fase de redefinición. El comercio internacional, las cadenas de suministro y los equilibrios políticos entre potencias ya no responden a las lógicas de los '90. Las tensiones crecientes entre Estados Unidos y China, sumadas a la crisis del modelo neoliberal, están dibujando un nuevo mapa económico global que afecta directamente a América Latina.

El economista Branko Milanovic advierte sobre una escalada particularmente preocupante: la rivalidad entre China y Estados Unidos ya no se limita a lo comercial, sino que está mutando en un conflicto de valores. “Y los conflictos de valores —señala— son, por definición, irresolubles sin una victoria clara de una de las partes.” Washington, en su momento, apostó por incorporar a China en la Organización Mundial del Comercio con la expectativa de que el gigante asiático transitara hacia una democracia liberal al estilo occidental. Pero no fue así. China consolidó su modelo político autoritario mientras expandía su influencia económica y geopolítica, marcando el retorno de una lógica bipolar en el sistema internacional.

Este nuevo contexto pone en jaque a la era de la hiperglobalización, caracterizada por la desregulación, la libre circulación de capitales y la fragmentación global de la producción. Las cadenas de valor que permitieron que un producto tuviera insumos de diversos países para luego ser ensamblado en otro, comienzan a mostrar signos de agotamiento. Y los efectos ya se sienten: aumento de precios, proteccionismo creciente y una tensión entre eficiencia económica y soberanía productiva.

A esta transformación se suma el fenómeno descrito por la periodista Yuka Hayashi: Estados Unidos está promoviendo lo que denomina “friend-shoring” o "apoyo de amigos", una estrategia que busca relocalizar las cadenas de producción en países aliados, alejándose de proveedores en economías autocráticas como China o Rusia. De esta manera, Washington intenta blindar sectores estratégicos —como los semiconductores o los minerales críticos como el litio— frente a potenciales crisis globales.

Según datos oficiales, China refina el 60% del litio y el 80% del cobalto a nivel mundial, minerales fundamentales para las baterías eléctricas. Esto convierte a países como Argentina, Chile y Bolivia en piezas clave del nuevo tablero geoeconómico. Sin embargo, como señala Hayashi, la oportunidad solo se transformará en desarrollo real si estos países apuestan por agregar valor en origen y no se limitan a modelos extractivos.

El viraje geopolítico también se entrelaza con un fenómeno más profundo: la crisis del neoliberalismo, como subraya el Premio Nobel Joseph Stiglitz. El libre mercado, otrora presentado como vía indiscutida hacia el desarrollo, ha generado altos niveles de desigualdad y debilitado los sistemas democráticos. En América Latina, la aplicación de políticas neoliberales —apertura comercial, desregulación, privatizaciones— devastó industrias locales, incrementó el desempleo y dejó a buena parte de la población sumida en la pobreza.

Stiglitz denuncia el poder que los mercados financieros, especialmente desde Wall Street, ejercen sobre las economías periféricas. El endeudamiento, la especulación y los shocks externos desestabilizaron países enteros, mientras la “teoría del derrame” —esa promesa de que los beneficios otorgados a los grandes capitales se repartirían eventualmente entre todos— quedó desacreditada por la realidad: lo que derramó fue más desigualdad.

En este escenario de transformación, América Latina se encuentra ante una doble oportunidad y desafío. Por un lado, la demanda de materias primas y la diversificación de los flujos comerciales pueden abrir nuevas puertas. Por el otro, será crucial evitar repetir viejos errores: depender exclusivamente de la exportación de recursos sin avanzar en una estrategia de desarrollo productivo con inclusión.

La historia parece ofrecer una segunda chance. La pregunta que queda abierta es si esta vez la región aprovechará el momento para redefinir su lugar en el mundo, o si volverá a quedar atrapada entre potencias que compiten por dominar el tablero.